jueves, 2 de diciembre de 2010

La soledad...

¿Cuánto vale una sonrisa y un rato agradable cuando uno sólo tiene soledad?
TU COMPAÑÍA PUEDE HACERLES SONREIR COMO NIÑOS  y ALIVIAR SUS PENAS.
Nuestros mayores son cada vez más objeto de interés en nuestra sociedad tanto por razones demográficas (ya que son cada vez más numerosos) como por su vulnerabilidad y las necesidades que preesentan.
El ser humano es un ser social (relacional) por naturaleza, desde que nacemos hasta que morimos, necesitamos constantemente de los demás para vivir y para evolucionar hacia la realización personal y ser al fin quienes somos.
Soledad es la constatación de que no se tienen las oportunidades y las satisfacciones de las que los demás pueden participan. Cuando una persona necesita a alguien y no la encuentra, cuando ve que a nadie le importa, que nadie se interesa por ella, que nadie llama a su puerta para acompañarle y darle algo de conversación, simplemente intercambiar algo de nuestro tiempo, y no tiene opción de establecer contacto humano, aparece la amarga soledad.
La vejez es uno de los momentos en los que más facilemente se puede experimentar la soledad. Por definición, esta etapa de la vida va acompañada de una sucesión de pérdidas, como el trabajo, el status social, el cónyuge, algunas capacidades físicas, etc...., que facilitan la experiencia de la soledad. 
Soledad es el  convencimiento apesadumbrado de estar excluido. Si no se está en compañía surgen la vivencia de estar incompleto y la desazón derivada de ello. Aunque tampoco debemos considerar que todos los mayores se sienten solos y mucho menos abandonados, pero sí podemos decir que es una cifra preocupante ya que más de un millón de personas mayores de 65 años están solos en España, más de 800.000 en la Comunidad de Madrid.
Quienes padecen de soledad afirman que es una experiencia desagradable, unido a un impacto emocional de nerviosismo, angustia, mal humor, tristeza, creencias de ser rechazado, marginalidad social…Pero no es lo mismo estar solo que sentirse solo, ya que como situación deseada y conseguida no constituye un problema para las personas, incluidas las personas mayores. Sin embargo la soledad subjetiva es un sentimiento doloroso y temido y nunca una situación buscada.
La soledad se nutre de una sensación de vacío y de la experiencia de una “falta de algo” que se necesita o aparece cuando el sujeto no encuentra un “otro” con quien complementarse. El empobrecimiento progresivo de todos los refuerzos sociales, familiares, culturales, la propia involución, la vulnerabilidad frente a las enfermedades, órganos de los sentidos, funciones intelectuales, etc., desencadenan una inestabilidad y sentimientos de indefensión. Ello hace que la experiencia subjetiva de la soledad sea tanto más intensa cuanto más presente está la enfermedad y la necesidad de otros por diferentes límites impuestos por el deterioro que acompaña al envejecimiento.
Además debemos tener en cuenta que la soledad puede tener graves consecuencias negativas sobre la salud. En el plano físico, sabemos que tiene un efecto debilitador del sistema inmunológico, lo cual aumenta el riesgo de padecer ciertas enfermedades. Se asocia, además, al dolor de cabeza, a problemas de corazón y digestivos, a dificultades para dormir, etc.
Como han señalado otros escritores quien se ha sentido radicalmente solo es quien tiene la capacidad de sentirse radicalmente acompañado y esto nos lo demuestra en definitiva las experiencias de los mayores con nuestro voluntariado, pues cuando van a ver a uno de los mayores, se intercambian experiencias de vida, el mayor siente que se alivia esa sensación dolorosa, surgen sonrisas de complicidad entre ambos o simplemente empatía, el mayor responde con muestras de afecto y agradecimiento al voluntario y tiene la esperanza de ver otro día más a su nuev@ amig@...

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